3 de diciembre de 2014



Presentación de mi libro WHEN LIGHTS ARE LOW. Retratos de jazz. Portraits in jazz. Por Esther Cidoncha.




Quiero expresar mi máximo agradecimiento a todo el equipo, que ha participado en el libro WHEN LIGHTS ARE LOW. Tanto a la editorial La Fábrica, como al estudio de diseño El Taller-Lo Otro, a los autores de los diferentes textos, al traductor; y a todos los amigos que de manera invisible han participado aportando ideas, entusiasmo y han dedicado tiempo al proyecto, hoy LIBRO.

Deseo dar las gracias a todos estos músicos retratados que se han dejado fotografiar por mi, por su generosidad y paciencia.

También a los dueños de los clubes de jazz, managers, técnicos de iluminación, coordinadores de eventos.

Revisando mis primeros negativos, empecé a realizar fotografías de jazz en 1989 en Valencia, con el mítico grupo legendario Modern Jazz Quartet, uno de los combos que más han influido en la historia del jazz moderno. O sea que han pasado 25 años desde entonces. Buena fecha para celebrarlo con la edición de un libro.

Me inicié en la música del jazz, pasada mi adolescencia, en casa de un amigo que tenía discos de Art Blakey, Charlie Parker, Thelonious Monk, Miles Davis, Coleman Hawkins, Duke Ellington o Charlie Mingus entre otros. ¿Os suenan algunos de estos nombres? En seguida me gustó esa música a veces extraña, difícil, abstracta, compleja, pero también evocadora, sugestiva, vitalista, individualista, creativa, por momentos introspectiva o explosiva, interpretada por músicos que necesitan expresar lo que no pueden exteriorizar con palabras, creando un lenguaje original singular, inalienable e intransferible.

Años más tarde, y siendo bailarina profesional de Danza Contemporánea en Barcelona, me compré una cámara japonesa, una pequeña Yashica de un solo objetivo de 50 mm. Mi estímulo por la fotografía de jazz fue inmediato. Compraba los carretes en blanco y negro y los revelaba en casa, en un pequeño laboratorio preparado con todos los materiales disponibles. Siempre era un nuevo asombro descubrir las imágenes realizadas durante el concierto o la prueba de sonido. Me obsesionaba estudiar rápidamente los negativos que estaban colgados con pinzas de tender entre unos hilos puestos para la ocasión encima de la bañera. Todo el proceso muy doméstico.

Luego llegaba la hora del laboratorio, de plasmarlo sobre papel baritado, un papel exquisito y muy apreciado por los fotógrafos. Le dediqué cientos de horas al positivado, estudiando qué contraste y dureza de papel utilizar, qué texturas, qué foto y el porqué. Se han ido muchas horas de mi vida en ello. Recuerdo muy bien los olores de los líquidos del positivado, olor muy fuerte e intenso. Después de una larga jornada donde no se podía ver la luz del día, totalmente a oscuras con un sólo foco rojo, debía dejar el espacio impecablemente limpio pues el polvo y la suciedad es enemigo del laboratorio fotográfico.

Desde entonces y hasta el día de hoy lo increíble es que aquí sigo. Cada vez que voy a un concierto que me gusta, disfruto nuevas emociones, estar cerca de los músicos, cuando los veo salir a escena y los fotografío a través de mi objetivo me produce un fuerte estímulo estético. Es una de las experiencias gratas de mi vida que sigue produciéndome placer. El jazz me provoca felicidad, entusiasmo, vitalidad, atracción, hechizo.

Para ser fotógrafo de jazz debe haber dos premisas: una es ser un aficionado al jazz, sino no tiene ningún sentido. Y la otra es que te interese la fotografía. La estética y la gráfica en torno al jazz me llamó poderosamente la atención.

Me  fascinaron las imágenes del clásico fotógrafo de jazz Herman Leonard que en 1948 se instaló en Nueva York y abrió su estudio en el Greenwich Village. Siendo un enamorado de este estilo musical, retrató en esta ciudad, en plena época dorada del jazz, años 40 y 50, a los grandes músicos que desarrollaron este género desde Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Art Tatum, Bud Powell, Art Blakey, Dexter Gordon o Lester Young, por nombrar unos pocos. Sus fotos relatan muy bien la esencia del jazz. Su blanco y negro elegante, los contraluces que reflejan también el ambiente del humo de los cigarrillos, el espíritu bohemio, sus composiciones perfectas. Conocí a los grandes del jazz a través de su mirada.

Las portadas de discos de los elepés de los años 50, con su tamaño de 30 centímetros, como las del sello Blue Note, con un diseño gráfico innovador y vanguardista del genial Reid Miles, y fotografías del excelente Francis Wolff, fueron y siguen siendo mis favoritas. De hecho, la portada del libro When Lights Are Low está inspirada claramente en esa estética, actualizada a nuestra época.

Los sellos discográficos, Pacific Jazz Records y Contemporary, utilizaron imágenes del fotógrafo de la costa Oeste, William Claxton.  Magníficas cubiertas que transmiten el espíritu efervescente de la música.

Otros fotógrafos que me han influido son el americano Lee Friedlander, colaborador del sello jazzístico Atlantic. Y gran amante de las gentes del jazz. También el fotógrafo de Boston Burt Goldblatt con cubiertas discográficas de muy alta calidad e interés gráfico. Los fotógrafos Milt Hinton, William Gottlieb y Bob Willoughby.

Americanos todos ellos, me han inspirado e influido a la hora de buscar una estética propia y un lenguaje en mis fotografías.

Hay una más que evidente afinidad entre fotografía, fundamentalmente en blanco y negro, y el sonido del jazz. Esta vinculación proviene de ciertas similitudes entre estos dos géneros artísticos. Ambos son espontáneos, captan emociones, experiencias en un breve instante. A mi entender, la fotografía de ensayos o de un concierto no necesita colorido, el blanco y negro por sí solo se basta. Así mismo el jazz lo veo de este modo, sobrio, sin aderezos, puro, austero, evocador, sugestivo. Porque habla de verdad, de emociones vitales. La creación y la improvisación ocurre en cada instante de manera continua. La fotografía capta ese instante. Y otros muchas situaciones, como son el ambiente que se vive en un club de jazz y el momento de concentración de un músico antes de salir al escenario.

El jazz utiliza un lenguaje muy complejo para hablarte de emociones, de esencia, de verdad. Basta para ello escuchar a John Coltrane, a Thelonious Monk, Lester Young o a Archie Shepp y comprender y percibir que pese a su complejidad y abstracción el jazz llega directamente a nuestras emociones de un modo directo, como un rayo que te atraviesa y parte por la mitad.

Hoy tenemos el honor de escuchar al trompetista cubano Jorge Vistel, y advertir todas estas cualidades.

Sin duda estoy influenciada no sólo por los grandes fotógrafos de jazz sino también por los grandes de la fotografía como Henri Cartier-Bresson, Man Ray, Ansel Adams, André Kertész, Andreas Feininger, Robert Doisneau, Walker Evans, Harry Callahan, Lee Friedlander, Diane Arbus, Bill Brandt, Man Ray o Paul Strand, Alexander Rodchenko o László Moholy Nagy.

Sin la fotografía, el jazz no sería lo mismo. Ver la imagen de nuestros ídolos nos acerca de una manera mucho más cómplice a su música y a su persona. Tanto las portadas de los discos como las críticas de música van acompañadas de fotografías de aquellos a los que admiramos. Pensemos en los músicos famosos que han atravesado la barrera del jazz como Louis Armstrong, cuya imagen es un icono del jazz, Billie Holliday o Dizzy Gillespie. Impensables sin sus retratos.

El ambiente donde se desenvuelve la magia del jazz suele ser oscuro, tenue, con iluminación de grandes contrastes. Para ello hay que utilizar película de sensibilidad muy alta a la luz. Prácticamente la mayoría de mis imágenes han sido disparadas a 3200 ISO. Normalmente a la luz del día se puede disparar a 50 ISO o a 100 ISO, para que entendáis la diferencia. Ello significa que hay un constante desafío y el estar al límite de la técnica. Preparar la cámara para ser disparada en condiciones muy adversas es pura sagacidad. Por ello hay que ser muy rápido y estar constantemente al acecho para detener ese instante fugaz que impregnará de sonido a la imagen.

A la hora de fotografiar al intérprete mi determinación es ir más allá de la mera documentación neutra y objetiva de ese momento. Mi atención esta puesta en captar la esencia de ese instante. Para ello aprovecho los distintos elementos que tengo a mi alcance, tanto en el interior de los camerinos, como en las pruebas de sonido o el mismo concierto: jugar con la iluminación; con diferentes focos de intensidad y contraste; sacar partido a la variedad de instrumentos, tamaños, formas, materiales. O la sobriedad de un escenario desnudo, o lo contrario, un club de jazz con ambiente, gente atmósfera jazzística; micrófonos, partituras.

Tener en cuenta la forma de vestir de algunos músicos, que puede ser extravagante, atractiva, refinada. Sus gestos, una sonrisa hacia la cámara, una mirada concreta hacia un punto; un silencio donde la introspección se hace escucha.

Las pruebas de sonido dan al fotógrafo una mayor cercanía y proximidad al músico. A través el objetivo se establece una complicidad que va más allá de las palabras. En esos momentos de intensa concentración se debe actuar de manera cómplice con los músicos.

Mantener la calma, tener intuición, es importante y decisivo porque, en esta época digital, es fácil disparar en un breve espacio de tiempo un sinfín de fotos. Borras en un instante las que no interesan.

Sin embargo, no me gusta aprovecharme de ello y procuro esperar momentos especiales que me atraigan la atención. Veo la imagen a través del visor y busco el encuadre que me gustaría, espero el momento oportuno, con mayor iluminación para poder disparar, que no haya excesivo silencio por parte de los músicos, se trata de no llamar la atención ni molestar a nadie con el ruido del clic. Hay que tener paciencia, mucha, si tienes una idea clara de la foto que quieres conseguir.

Un buen momento puede ser cuando toca un batería, sin el batería el fotógrafo suele estar perdido. Una buena fotografía de jazz es toda una serie de circunstancias; incluyendo que el músico sea fotogénico, expresivo, su atuendo, su look. Todo influye. Da mucho juego el que el intérprete vaya vestido de manera impecable, con elementos como una corbata llamativa, un sombrero estilo cine negro o un gran anillo en alguno de sus dedos.

Me hubiera gustado fotografiar a muchos músicos de los años dorados del jazz obviamente, como Duke Ellington, Sarah Vaughan, Erroll Garner, Coleman Hawkins, Ben Webster, Gerry Mulligan, Miles Davis o al saxofonista alto Art Pepper. Pero nací un poco más tarde. Por suerte también, pues sigo siendo joven para fotografiar a los nuevos intérpretes del jazz.

He tenido la ocasión de retratar a otros tantos músicos grandes, con sus carreras bien avanzadas, como Sonny Rollins, Milt Jackson, Art Farmer, Ray Brown, Harry Sweets Edison, Clark Terry, Benny Golson, George Cables, Lee Konitz, Ted Curson o bien Yusef Lateef. La mayoría de los que acabo de nombrar han fallecido.

WHEN LIGHTS ARE LOW muestra una esmerada selección de fotografías escogidas entre miles de negativos. En la actualidad poseo un archivo muy amplio, que debo manejar con método y disciplina. Nombres, locales, clubes , festivales, ciudades, países, fechas; todo ello debe estar clasificado de manera estricta. Para ello hay que dedicarle tiempo,horas, orden.

WHEN LIGHTS ARE LOW rinde homenaje a estos músicos que, sin ellos mismos pretenderlo, han sabido posar ante el objetivo con la misma naturalidad y autenticidad que transmiten con su música. Como nos enseñó el distinguido pianista, compositor y director de orquesta americano Duke Ellington, en un lejano febrero de 1932: It Don't Mean a Thing, If It Ain't Got That Swing (Lo que equivale a decir: No significa nada si no tiene swing).

Ojalá que estás fugaces instantáneas os hagan sentir ese swing que llevan dentro.


Esther Cidoncha
La Fábrica, Madrid, 22 de octubre de 2014

7 comentarios:

  1. Me ha encantado cómo describes tu historia y me ha hecho gracia que el 'background' cómplice de muchas de tus fotos sea el barullo que monta la batería. ;-)
    Enhorabuena!
    Beso!

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    1. Jam, muchas gracias amigo. Y sí, la batería es fundamental, cuando empieza a tocar es el momento ideal de disparar el famoso clic. Empiezan a surgir cámaras de disparo silencioso. Un beso!!!!

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  2. Enhorabuena, que jamás decaiga el swing, cada cual lo aporta a su personal estilo, tú lo haces de manera impecable con tu objetivo.

    Felicidades y un abrazo.

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  3. Felicidades, lo tengo pedido a los Reyes Magos.
    Un abrazo

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    1. je je je je Gatopardo, yo creo que te lo van a traer si has sido bueno. ;)

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